En el sueño, Jace andaba
por el lago Lyn, sobre él, a lo lejos vio a su, de alguna forma, hermano
Jonathan, cubierto de sangre y con un cuerpo entre los brazos, miro bien, no
consiguió ver con nitidez a la persona que sostenía el chico ¿quien podría ser?
Jace se acerco, pudo ver extrañado que podía caminar sobre el agua, el muchacho
cubierto de sangre no se movió, se limitaba a verle caminar, siguiéndole con la
mirada, cuando llegó junto a él vio claramente a quien sostenía Jonathan, ¡Max!
Era el pequeño Max de nueve años, sin las gafas, con los ojos abiertos de par
en par, totalmente en blanco, con blusa grisácea, unos vaqueros azules y unas
zapatillas normales. Jonathan dejó caer al niño y Jace se abalanzo sobre él,
con lágrimas en los ojos, ardiéndole en el rostro, de repente Max cerró los
ojos, todo silencio por unos instantes que, para Jace parecieron una eternidad,
Max volvió a abrir los ojos pero, esta
vez, con el color habitual del pequeño,
él niño empezó a jadear como si hubiera estado corriendo por todo Central Park
durante dos horas ‘Te he estado esperando, Jace ’dijo Max ‘¿Por qué no viniste
a salvarme de Sebastián?’ Después de decir estas palabras todo empezó a ser
borroso y cambio de lugar. Ahora estaba en el antiguo hospital donde Valentine,
su padre adoptivo, les hizo creer a Clary y a él que eran hermanos ¡Maldito
bastardo! Pensó Jace y en el umbral de la puerta lo vio, con su sonrisa que
daban ganas de partirle la boca y el hombro apoyado en la puerta. ‘Hola hijo’
dijo el maldito hombre ‘¿Qué tal con Clary, mi hija?’ Jace enloqueció, él no
podía nombrar a una persona tan pura como ella de esa forma ‘¡Cállate!’ gritó
Jace ‘¡Cállate maldito bastardo, cállate!’ de improviso Valentine dejo el marco
de la puerta y desapareció unos segundos, tal vez tres luego apareció con Clary
entre sus brazos, con una daga en su cuello y, se lo corto.
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